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 DESDE BROADWAY CON AMOR por Diego Rebollo 

 

“A Chorus Line: Puro Broadway”.

Mi relación con este musical viene de lejos, cuando hace años montamos un espectáculo de café teatro que versaba sobre la vida de los actores principiantes en clave de humor. Constaba de varias escenas, cómicas en su mayoría, entre las que estaba una versión de “Nothing” (Nada), canción de “A Chorus Line” con una gran componente de comicidad. Nuestra puesta en escena consistió en un cantante y dos actores detrás reflejando con gestos todo lo que éste iba relatando. Todo muy estrambótico y muy amateur pero creo que también divertido a pesar de todo. Yo era uno de esos actores que reflejaba la canción con mímica y los que la conozcáis sabréis que nos tocó hacer de trineo, mesa, helado...  Más o menos como cuando en la guardería montan el Belén y te toca hacer de arbusto (ahí tuve suerte y me tocó de angelito), pero a pesar de eso lo recuerdas con mucho cariño, como algo montado con inocencia e ilusión.

Tiempo después tuve ocasión de ver la versión fílmica, protagonizada por Michael Douglas. No refleja ni un 20% de la magia del musical ya que al trasladarlo al lenguaje cinematográfico pierde mucho de su esencia pero al menos me sirvió para conocer la historia al completo. He de decir que, a pesar de las carencias de la película, me atrapó el argumento y la estupenda caracterización de personajes, te hacía sentir sus vidas y preocuparte por su futuro. Dos de las historias me impresionaron especialmente, la de Paul (bailarín acomplejado por su homsexualidad que tiene que trabajar en espectáculos de muy baja categoría, en tugurios de los que se avergüenza, para poder seguir su sueño), y la de Cassie  (bailarina de éxito, ahora en el olvido, que quiere empezar a bailar de nuevo, sin importarle no ser la estrella y estar en el cuerpo de baile porque su vida es la danza), siendo ambas las que aportan la parte más dramática a la obra. Y fue precisamente el monólogo interpretativo de Paul el que usé para presentarme a un casting para una producción. Le cogí mucho cariño al personaje y me permitió pasar el casting de esa compañía (paradójicamente, para interpretar un personaje absolutamente cómico).

Así que, de un modo u otro, siempre he sentido muy cercano este musical y deseaba fervientemente tener la oportunidad de verlo en Broadway.

Por fin se materializó este deseo cuando acudí al Schoenfeld Theatre un miércoles a una matiné, a las 2 p.m. Podéis imaginaros que tipo de público pude encontrarme en aquella representación: gente de la tercera edad, turistas y algún estudiante despistado. Normal, ¿qué persona con un trabajo decente puede ir al teatro un miércoles a las 2 del mediodía? A pesar de esta audiencia tan particular todos respondieron muy bien y había un clima caluroso hacia los artistas.

La obra comenzó y he de decir que no tardé más de dos minutos en zambullirme en la historia y en disfrutar de cada minuto de lo que estaba observando. Este musical es puro Broadway, huele a dorado, a lentejuelas, a luces, a claqué… Te hace sentir que estás en Nueva York, la ciudad donde nacieron los  musicales y si eres un amante del género hará que corra un cosquilleo por tus venas ya que la esencia de Broadway se palpa y se siente en cada momento del espectáculo.

Parece mentira que una historia tan sencilla y tan simple se convierta en “La Historia”, en el argumento que refleja tantas y tantas experiencias de gente q ha vivido por y para Broadway. El musical representa algo tan habitual y cotidiano como un casting para buscar el cuerpo de baile de un próximo show. Estamos por tanto asistiendo a un subgénero teatral, al “teatro dentro del teatro” en el que el mismo escenario sobre el que están los actores representa el escenario en el que está transcurriendo la historia. Y poco más hay que un teatro vacio con los aspirantes a formar parte del cuerpo de baile sobre las tablas. No esperéis grandes escenografías porque no las vais a encontrar. Sólo un escenario negro y varios espejos en los que se reflejarán los pasos de baile. Y no hace falta más. Porque éste no es un musical espectacular, es un musical de sentimientos y básicamente, un musical de personajes. A través de ellos conoces a los miembros de las compañías que nunca ven su nombre rodeado con luces en las marquesinas. Son los grandes desconocidos, el cuerpo de baile, totalmente necesarios en los musicales pero de los que ignoramos todo, obnubilados por la fama de los cabeza de cartel. “A Chorus Line” les da voz y presencia y les otorga un espacio de oro para hacerse valer y para que la gente se dé cuenta que detrás de cada malla y de cada zapato de baile hay una persona, con sus deseos, sus alegrías y sus tristezas.

 

 

Y esa es la riqueza de este musical. Michael Bennet (creador, director y coreógrafo) puso este musical en escena en 1975 reflejando su propia historia y la de otros tantos bailarines que había conocido a lo largo de su carrera. E inmediatamente la verdad y los sentimientos que emanaba le hicieron ganar 9 premios Tony, el Pulitzer, y ser durante mucho tiempo el musical que más años ha permanecido en cartel en Broadway.

Si decidís deleitaros con esta obra maestra del género además de las historias de Paul y Cassei podréis conocer las de otros muchos. Zach, el director de casting, querrá conocer algo más de ellos y les hará contar sus historias personales. Así veremos a la que baila como los ángeles pero su voz es espantosa, el bailarín que aceptó su homosexualidad sin prejuicios, la actriz latina incapaz de mostrar sentimientos al interpretar, la chica que tuvo que hacerse la cirugía estética de casi todo para que la contrataran en alguna compañía… Muchas historias con las que en apenas una canción y unas líneas de texto los personajes quedan perfectamente caracterizados.

Quizás en esta ocasión si tengo que ponerle un “pero” sea precisamente a las partes que yo sentía más cercanas. Ni la interpretación de la canción “Nothing” me hizo reír demasiado ni el monólogo de Paul me tocó mucho la fibra. Pero no por ello le restó calidad al conjunto. Creo que en este caso, simplemente tenía tantos recuerdos asociados que lo que vi no se correspondía a lo vivido. 

No dejéis de disfrutar de uno de los números de Broadway más conocidos a lo largo y ancho del mundo. Cuando se interpreta la canción “One” con todo el cuerpo de baile vestido con sus trajes y sombreros dorados y levantando las piernas hasta el infinito una emoción te atrapa. ¡Estás en Broadway, y esto es espectáculo!

Lo mejor: A pesar de ser un montaje diferente al que estuvo desde 1975 hasta 1990 en cartel conserva su vigencia y su capacidad de hacerte sentir intactas.

Lo peor:  “One” te sabe a poco y quieres volver a verlos más veces en sus trajes dorados con todo su esplendor.

¡Hasta la próxima semana!

Desde Broadway con amor,  Diego Rebollo.

 


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